13 de diciembre de 2024
Cuando el río suena...Salta

La cobardía en la política: El silencio que ensucia la democracia

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En tiempos de desafíos políticos, tanto a nivel nacional como provincial, el ruido de las críticas anónimas y ataques mediáticos sin fundamento llama poderosamente la atención. Esta práctica, que carece de valentía y ética, no solo socava la confianza en las instituciones democráticas, sino que también revela un preocupante deterioro en la calidad del debate político. Vivimos en democracia, un sistema que no solo permite, sino que exige el diálogo público, el disenso respetuoso y el coraje de expresar opiniones con nombre y apellido. Sin embargo, pareciera que para algunos actores políticos estas premisas han quedado en el olvido.

El anonimato en la crítica, amparado en perfiles de redes sociales o campañas mediáticas sin rostro, no es una expresión legítima de disconformidad, sino un intento de desestabilización que raya en la inmoralidad. En lugar de recurrir a los canales institucionales para denunciar irregularidades –como la justicia, que ofrece mecanismos claros para investigar y sancionar conductas indebidas–, algunos optan por el camino fácil de la difamación. Estas acciones no solo afectan a las autoridades directamente señaladas, como el gobernador Gustavo Sáenz y su familia, sino que contaminan el clima social, generando una sensación de inestabilidad que, en muchos casos, está lejos de reflejar la realidad.

Es importante destacar que, en los últimos años, Salta ha logrado mantener una paz social envidiable en un contexto nacional marcado por conflictos y protestas. La provincia ha enfrentado dificultades económicas, como cualquier otra, pero ha sabido honrar compromisos, especialmente con los trabajadores del sector público. Esta estabilidad, en lugar de ser valorada, parece molestar a ciertos sectores que ven en el caos una oportunidad de poder. Es hora de que estos actores políticos comprendan que la verdadera fortaleza no reside en desestabilizar, sino en presentarse con propuestas claras y competir en las urnas, como dicta la democracia. Aunque algunos ya lo hicieron, y recibieron una patada en el lo mas profundo de su ser.

La política exige coraje y responsabilidad. Dar la cara, sostener una postura con argumentos y enfrentarse al escrutinio público no es solo una muestra de carácter, sino un acto de respeto hacia la ciudadanía. El hombre o la mujer que participa en política debe recordar que su palabra tiene peso y que, como líderes, su comportamiento define el tono del debate público. Es momento de dejar atrás las prácticas oscuras del pasado y avanzar hacia una política más transparente y honesta, donde las diferencias se resuelvan con ideas y no con cobardía.

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